Llegada del ferrocarril: Desaparición y legado de los Arrieros Maragatos
En el último tercio del siglo XIX se produce un avance en el transporte de mercancías que haría que todo cambiase para los arrieros maragatos: la llegada del ferrocarril. Este nuevo medio de transporte de personas y de mercancías obligaría a los arrieros a cambiar sus costumbres. La agricultura de esa zona de España no pudo sostener a tantas gentes por lo que miles de maragatos se establecieron como taberneros, carromateros de productos de ultramar, comerciantes en Galicia o se vieron obligados a partir, y con ellos su dinero, eso sí, sin perder sus hábitos de comerciantes. En su emigración los principales destinos fueron América, Galicia y Madrid, donde muchos se establecerían como pescaderos. Se produjeron incluso emigraciones estacionales de hombres, que pasaban la mayor parte del año en la capital de España para luego volver al pueblo en verano y ayudar a sus mujeres en la labranza.
El oficio de arriero desaparecería, pero la huella de los maragatos perduró e incluso se extendió con esas migraciones.
Los maragatos llevaron con ellos su cultura, su música, sus trajes y también su gastronomía, incluido el famoso "cocido maragato". Este preparado alimentaba en su época a los trabajadores del campo en una sola comida para un duro día de trabajo. El Cocido Maragato consta de: sopa, berza, garbanzos y siete carnes. Este plato tiene la curiosidad de comerse al revés. Se empieza por la carne y se acaba por la sopa. Esta tradición se supone que tiene su origen en las tropas de Napoleón que ante la incertidumbre de tener que entrar en combate, empezaban por la carne por si acaso. Elaborado con hasta diez tipos de carnes diferentes: chorizo, oreja de cerdo de la matanza del año anterior, pollo, tocino, cecina, pizpierno, morcillo, costilla de vaca, huesos de sustancia y morro de cerdo, sin olvidarnos del relleno a base de huevos batidos, un poco de jamón y chorizo picados, pan rallado y unos dientes de ajo. Otro de los ingredientes que juega un papel importante son los garbanzos, que han de ser de la tierra, de la cosecha propia, corresponden a la variedad de pico de pardal de tamaño pequeño y pico muy pronunciado, los más sabrosos de Valdeviejas, aunque en Quintanilla también son muy apreciados. Hoy el cultivo del garbanzo se extiende por toda la comarca, siempre en pequeñas cantidades. En cuanto a la sopa que ha de ser de fideo grueso o pan de hogaza, debe ser tan espesa que la cuchara deje surco. Se suele acompañar con postres naturales como las natillas o el roscón maragatos, aunque en las casas particulares suele haber otros postres como los bollos de burro, manzanas de cosecha o chicharrones ofrecidos en tortas de chichos de manteca.
La arquitectura popular es otro de los rasgos que caracterizan a esta comarca de León, conviviendo grandes y lujosas casas arrieras con otras más modestas que recuerdan a las edificaciones celtas. La típica casa maragata dispone de un gran portón que da paso al patio central de tal forma que los carros puedan guardarse. El salón está en la planta superior junto a las habitaciones. La música, el traje popular son también otras manifestaciones culturales que le dan sentido propio. Entre sus ritos, destacan "La Covada", "La boda", "La fiesta del arado", etc. La Covada, es la costumbre por la cual, la madre durante el nacimiento de un hijo o inmediatamente después, le cede el lecho al padre. Esta costumbre en muchas sociedades reafirma el papel o la legitimidad del padre y se asocia con sociedades matriarcales.
En toda la maragatería existe una gran devoción por las vírgenes y las santas representativas de cada pueblo. En Combarros lo son La Virgen de las Candelas y Santa María Magdalena. ¡Ya está vuelto Pedro Mato!, cuando alguien, sin razones que lo justifiquen, cambia repentinamente de actitud en lo que fuere, en tierras de La Maragatería suelen comentar su conducta con esta frase proverbial. Algo así como si dijeran ¡Ya ha cambiado de opinión! O como si se llamara “veleta” a alguien. Sin faltar a la corrección gramatical, porque el vocablo “veleta”, según el DRAE, nomina en sentido figurado, a toda persona “inconstante y mudable”. Pedro Mato es realmente una veleta. Es el nombre que le dieron los habitantes de Astorga a la giralda que ocupa una torreta del ábside de su Catedral. Representa a un personaje legendario y enigmático que se ha convertido en símbolo de la Ciudad. Hasta ahora es un misterio quién fue Pedro Mato y qué hizo tan importante para que lo colocaran en el lugar más alto en que podían ponerlo. Pero documentalmente no puede justificarse su existencia.